JOSÉ PEIRATS (1908-1989), que fue ladrillero y periodista obrero antes
de convertirse en uno de los mejores especialistas del anarquismo
español, se le ha citado a menudo en las columnas de À contretemps, y lo hemos
hecho como mínimo por dos motivos. El primero, porque, durante los años
1930, su existencia militante le colocó, como redactor que fue de Solidaridad
Obrera, en el meollo de una « gimnástica revolucionaria » que desembocaría, en
julio del 36, en un proceso revolucionario de una amplitud sin igual. Esta
revolución, que sigue alimentando –pero también cuestionando– el imaginario
libertario, Peirats la vio amanecer, y luego, presa de una infernal lógica de
guerra, apagarse inexorablemente. El segundo (motivo), porque decidió hacerse
él mismo su escrupuloso historiador al producir, en los años 1950, una obra
crítica de una enorme calidad analítica y documental –La CNT en la Revolución
española [1]–, de un alcance decisivo para la época. La rectitud sin fallos de la
que hizo gala cuando la CNT faltó, en diversos momentos de su historia,
contra los principios fundamentales que la regían, y el rigor intelectual con el
cual intentó comprender las causas de esas desviaciones convierten a Peirats en
uno de los personajes más singulares, y sin lugar a dudas uno de los más dignos
de elogios, de una generación militante hoy desaparecida.
Visto el interés que nos tomamos por Peirats, el anuncio de la publicación
de sus Memorias se nos antojó una excelentísima noticia, ya que esta edición se
esperaba desde hacía ya mucho tiempo. En efecto, escrito en su mayoría en
1974 y 1975, este largo texto autobiográfico –de unas 1.300 páginas
dactilografiadas– se topó al principio de los años 1980 con las imposiciones de
algunos mercaderes de libros, entre ellos Planeta, los cuales se declararon
deseosos de publicarlo pero amputándolo, para hacer entrar de fuerza los
recuerdos del autor relativos a su niñez, a su adolescencia y a sus experiencias
vividas de la época de anteguerra por el aro de ese tipo de producciones
memorialísticas. Peirats, que podía ser muy cabezudo, se negó obstinadamente
a semejantes cortes, prefiriendo con mucho que no salieran sus Memorias antes
que se publicaran truncadas. Por eso rogó a su representante ante los editores,
su amigo el historiador y sociólogo uruguayo Carlos Rama, que rechazara
cualquier oferta de esa calaña. Para él, era o todo o nada. Por consiguiente, a falta de un editor digno de tal nombre, todo se redujo a la nada. Desde
entonces, la única huella que teníamos de esas Memorias se la debíamos al
propio Peirats, el cual aceptó, a finales de los 80 y a petición de la revista
barcelonesa Anthropos, escoger unos extractos de sus Memorias, una selección
que salió, poco después de la muerte de Peirats, en la colección « Antologías
temáticas » de esta revista [2]. Desde entonces, depositado por su compañera,
Gracia Ventura, en la Biblioteca Arus de Barcelona, el manuscrito dormía en
las estanterías de aquella noble institución.
Muy buena se nos antojaba pues la noticia de que, a los veinte años de la
muerte de Peirats, los historiadores Susana Tavera García y Gerard Pedret
Otero preparaban una edición de sus Memorias. Por desgracia, visto el
resultado [3], hemos de confesar que nos esperábamos –¡y tanto que lo
esperábamos!– algo mucho mejor…
Freddy Gomez
La segunda muerte de José Peirats
A propósito de un prólogo… o cómo Enric Ucelay-Da Cal, eminente representante del Alma Máter, inventa, prologando las Memorias de José Peirats, un nuevo método de ejecución intelectual: la descalificación post mortem
Artículo puesto en línea el 29 de septiembre de 2010
última modificación el 18 de septiembre de 2010