Decenas de mujeres zapatistas, muchas de ellas indígenas mayas tzeltal
de
las tierras bajas de Chiapas, adornadas con plumas y cintas
multicolores y
sus ojos oscuros enmarcados por pasamontañas negras, salieron del
rústico
auditorio en medio del aplauso de cientos de feministas internacionales
reunidas en la sesión inaugural del Encuentro de Mujeres Zapatistas con
Mujeres del Mundo, realizado a fines del año pasado por invitación del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
A fines de julio, al término de una reunión con campesinos de una
decena
de municipios en la aldea conocida como La Realidad, Evarilda, una
joven
rebelde de esa comunidad, al parecer sin la aprobación previa de la
comandancia general del EZLN, convocó al encuentro de todas las
mujeres,
explicando que los hombres estaban invitados para ayudar en la
logística
pero que mejor se quedaran en casa a cuidar a los niños y los animales
mientras las mujeres conspiraban contra el capitalismo.
Siguiendo lo dicho por Evarilda, durante el encuentro llevado a cabo
del
29 al 31 de diciembre —al que asistieron entre 300 y 500 mujeres
activistas no mexicanas— en esta localidad llamada oficialmente
municipio
autónomo Francisco Gómez, y que rindió homenaje a la memoria de la
fallecida comandanta Ramona, los hombres desempeñaron decididamente un
papel secundario.
Letreros colocados alrededor del caracol —centro cultural y político
zapatista— llamado "Resistencia Hacia un Nuevo Amanecer", advertían a
los
varones que no podían actuar como "voceros, traductores o
representantes
en las sesiones plenarias".
En vez de ello, sus actividades se confinarían a "preparar y servir
comida, lavar platos, barrer, limpiar las letrinas, recoger leña, y
cuidar
a los niños".
De hecho, algunos jóvenes zapatistas se pusieron delantales que
llevaban
impresas palabras como "tomate" y EZLN para trabajar en las cocinas.
Mientras tanto, los hombres mayores se sentaban en silencio en bancas
de
madera en las afueras del auditorio, algunas veces haciendo señas entre
ellos cuando una compañera sostenía un buen argumento o sonriendo con
orgullo luego que su hija, esposa, hermana o madre contaran sus
historias
a las asistentes.
MUJERES GANAN ESPACIO
El papel de la mujer dentro de la estructura zapatista ha cambiado
drásticamente desde que se gestó la rebelión.
Cuando los fundadores del EZLN, radicales de las ciudades del norte de
México, llegaron por primera vez a las tierras bajas tzeltal-tojolabal
en
el sureste de Chiapas, las mujeres eran mantenidas monolingües por sus
maridos como un medio de control, dedicadas a criar familias, y su
posición no era destacada en la comunidad.
Los que vinieron de afuera ofrecieron a las jóvenes independencia y las
invitaron a asistir a los campos de entrenamiento en la montaña donde
aprenderían a llevar un arma y nociones de castellano. Se convirtieron
en
parte de la fuerza combativa del EZLN.
El 1 de enero de 1994, cuando los zapatistas tomaron las ciudades de
San
Cristóbal y Ocosingo y otras cinco cabeceras municipales, las mujeres
constituían un tercio del ejército rebelde. Combatientes mujeres se
inmolaron en la sangrienta batalla por Ocosingo.
Integrar a las mujeres a la estructura militar resultó más fácil que
cultivar la participación en la estructura civil, arraigada en la vida
de
las comunidades.
Aunque las mujeres ocuparon cinco lugares de los 19 en el Comité
Clandestino Revolucionario Indígena, la comandancia general del EZLN,
su
representación es mucho menor en los 29 consejos municipales autónomos
y
las cinco Juntas de Buen Gobierno que administran la autonomía regional
zapatista.
Pero conforme crecía la infraestructura social zapatista, las mujeres
se
convirtieron en promotoras de salud y educación y líderes en las
comisiones que planificaban esas campañas.
BAJA INCIDENCIA DE VIOLENCIA
La liberación de las mujeres en la cultura zapatista se ha visto
reforzada
por la prohibición del consumo de alcohol impuesta por los zapatistas
en
sus comunidades.
Mientras que muchas localidades mayas del interior, como San Juan
Chamula,
están saturadas por el alcohol y elevadas cifras de violencia
doméstica,
la región zapatista tiene los más bajos indicadores de abuso en el
estado,
según datos mostrados por la comisión de mujeres del Congreso de
Chiapas.
Como estado, Chiapas tiene una de las cifras más elevadas de femicidios
en
México: 1,456 mujeres fueron asesinadas entre los años 2000 y 2004.
La baja incidencia de violencia contra las mujeres en la zona de
influencia zapatista es más notable porque gran parte del territorio
rebelde en las zonas bajas se extiende a territorio guatemalteco, donde
500 mujeres son asesinadas cada año.
Con los hombres cuidando a los niños y limpiando las letrinas, las
mujeres
contaron sus historias en las plenarias.
Muchas jóvenes compañeras como Evarilda han crecido en la revolución
—que
este año cumplió su 14º aniversario— y contaron que aprendieron a leer
y
escribir en escuelas rebeldes, de su trabajo como promotoras sociales,
como maestras, como campesinas o madres.
Las abuelas zapatistas hablaron de los primeros años de la rebelión y
comandantas veteranas como Susana, quien habló con emoción sobre
Ramona,
"la más pequeña de las pequeñas", su compañera de tantos años,
recordaron
cómo en la guerra hombres y mujeres aprendieron a compartir los
quehaceres
domésticos como cocinar y lavar ropa.
"Muchos de los compañeros todavía no quieren entender nuestras
demandas",
afirmó la comandanta Sandra. "Pero no podemos luchar contra el mal
gobierno sin ellos".
John Ross
"Noticias Aliadas", 21 de febrero de 2008.
http://www.noticiasaliadas.org/article.asp?lanCode=2&artCode=5507